sábado, 13 de septiembre de 2008

Entrada a base de calvicie de ideas...

Qué tal? Hace semanas que no posteo, así que para que no se olvidaran de mí y despegaran todas mis fotos de sus paredes, les dejo una nueva entrada que, a falta de material nuevo, se basa en un cuento viejísimo, infantil, que una vez escribí para el Tintero, cuando trabajaba ahí...

Salú,

Joan



Carlitos y el alargador


La madre de Carlitos había vuelto del supermercado con, entre otras cosas, un cable alargador. Mientras se disponía a guardar todo lo que había comprado, le dijo a Carlitos:

—Carlitos, probá el cable alargador mientras yo guardo todo.

—¡En un segundo! —exclamó entusiasmado Carlitos.

Corrió hasta el cable alargador, sin saber siquiera lo que era. Y le pareció muy extraño. Era como el cable del televisor, la batidora o la computadora. Tenía una ficha con dos patitas para enchufar. Pero del otro lado, en vez de tener un televisor, una batidora o una computadora, tenía otra ficha, con agujeritos en vez de patitas.

—Curioso… —se dijo Carlitos— ¡Mamá! ¿Para qué querés que enchufe un cable que no tiene ni televisor, ni batidora, ni computadora en la otra punta?

—Mirá que sos salame, Carlitos —le dijo cansinamente su madre— ese cable se enchufa al cable del televisor, la batidora o la computadora con la ficha que tiene agujeritos, y con la otra que tiene patitas se enchufa a la corriente. Y así el cable es más largo. Por algo se llama cable alargador, salame...

Asintiendo penosamente, Carlitos fue a probar el cable. Lo probó con el televisor, la batidora y la computadora y con ninguna anduvo.

—¡No anda, má! —le gritó Carlitos a su madre— ¿qué hago?

—Pedile a los vecinos que lo prueben. Sino anda vamos a devolverlo.

Y Carlitos fue a lo de los vecinos. El primer vecino fue José Mancuerna, y era entrenador físico. Tomó el cable alargador de cada extremo con las dos manos y lo usó para saltar la cuerda. Luego de saltar impecablemente cincuenta y siete veces (ni una más, ni una menos) se lo devolvió a Carlitos con rostro sonriente.

—Funciona perfectamente —le dijo con ojos brillantes— ¿Podrías prestármelo de vez en cuando? ¡Es el mejor cable alargador que nunca he usado!

Carlitos luego fue con Abú Bombal y le pidió que probara el cable. Abú lo probó de la siguiente manera: Sacó una flauta enorme, se sentó a lo indio en el suelo, y comenzó a tocar. El cable alargador se comenzó a mover solo, y, para sorpresa de Carlitos, empezó a bailar la conga. Abú Bombal guardó la flauta, y le devolvió el cable alargador a Carlitos, con aire solemne.

—Realmente es unos cables alargador de excelentes calidad —le dijo a Carlitos, en el mejor castellano que pudo lograr— Úsalos con honor. Adiós y buena fortuna.

Y Carlitos volvió a su casa. Le informó a su madre que el cable alargador que había comprado era una verdadera ganga, y se fue a jugar, convencido de que su madre, en realidad, no tenía ni idea de qué era un cable alargador.

FIN

6 comentarios:

Soledad Di Pasquale dijo...

Me morí de la ternura :)

te quiero mucho!!!

besos J. :)

Soledad dijo...

Jaja

La verdad es que muchas vece sme pregunto si en verdad los niños tendrán la razón y nosotros somos una manga de inoperantes.

¿¿??

Besos

Mónica G dijo...

Qué lindo, tonti.

Saludos.

capitanfla dijo...

Fantástico.


Las palabras "úsalos con honor" me gustaron mucho.




Es cierto, los grandes no entienden nada.


Saludos.

Joan dijo...

Pequita: Yo también la quiero, pero no se me muera, ni de ternura!

Sole: Pero por qué el hecho de ser nosotros inoperantes debe significar que los nenes tienen razón???

Mónica: La linda es usted, tonti.

Capitán: Los grandes no entienden nada, y los nenes no entienden nada tampoco... Solo que los nenes confían en los grandes, y los grandes son unos porfiados.

Salú,
Jota

Anónimo dijo...

me gusto mucho!

el final me hace acordar a una conversacion entre pequeños retoños de 4 años en el taller de plastica de una amiga:

A. mi mama tiene un bebe en la panza
B. ah....... y cuando se lo trago??
A. no se, le voy a preguntar

?!?!?!?