lunes, 28 de julio de 2008

Venía yo...

Venía yo caminando por cierta calle reobscura, esa que suele encontrarse rodeada de los peores juntaderos de malvivir, esa que presagia con sus bellas sombras los más terribles crímenes... Venía yo caminando por esa misma calle hace unos diez minutos, desde la casa de Sole, que me intentaba consolar porque estoy al borde del colapso, cuando me pregunto a mí mismo -esperando la sabia respuesta que la da el yo que se la piensa-:
"Será seguro caminar por esta calle tan terrible?"
"Obvio! Acordate que sea donde sea, vos tenés una suerte increíblemente fantástica para no ser interceptado por ladrones o asesinos!"
"Oh, querido amigo, temo contradecirle: Dos veces me han asaltado a mano armada."
"Pero vea el patrón, mi querido energúmeno: En ambas ocasiones usted estaba en un estado de ánimo pésimo, y agobiado por los peores temores y--"

Sí, ambos, yo y mi voz de la conciencia, nos quedamos callados: Bien sabemos que estoy pasando por la parte más jodida de mi crisis existencial, luego, que me asalten y me maten, es lo más lógico!

Por suerte sólo tengo que esperar a que las tuercas en mi cerebro vuelvan a caer en el lugar indicado, y, entonces, solito se acabará el calvario de mortificaciones que el único y total propósito que tienen es devolver el equilibrio perdido a mi psiquis...

Salú!
Joan

viernes, 18 de julio de 2008

Oportunidades

I

Cuando esto le pasó tenía catorce años y medio. Él es el único que lo recordaba. Si lo llegaba a olvidar se perdería por siempre.
Según recordaba, era un sujeto de estatura baja, caminada poco elegante, increíblemente torpe; feo, muy feo y sin una gota de carisma. Las peores y más crueles cualidades innatas las tenía y en conjunto parecían aún peores. Él, naturalmente, se desvivía por mejorar lo que pudiera mejorar, pero habían cosas que no estaban a su alcance. Marcas de nacimiento que llevaría por siempre. Que la única solución posible sería nacer de nuevo.
Recordaba muy vívidamente desamores, descartes y desprecios, y cada recuerdo doloroso de aquello que ya no existía se volvía un rencor para recordar al ejercer la nueva línea de tiempo que le había tocado.
Esa tarde había salido increíblemente avergonzado de la escuela. Le había intentado tirar los filos a una compañera y sólo la había alejado más. Preso de la frustración, la tomó del brazo, la acercó a su cuerpo de un tirón, la rodeó con sus manos, y cuando quiso besarla le metió la nariz en el ojo. No debió haber existido ni un solo individuo en esa secundaria que no se hubiera enterado. Por eso fue fortuito ese fenómeno que causó que nadie lo recuerde. Que provocó que nunca pasara. Él recordaba esos catorce años y medio casi sin omisiones, todo muy vívido. Incluso la última caminata en esa vida, en la que iba a su casa, masticando la pésima suerte que le había tocado. Llevaba una angustia encima que lo iba a hacer explotar en cualquier momento, despertando un cierto matiz sociópata en su variable personalidad. Distraído con esos ánimos, vio, de pronto que una forma extraña se le acercó muy rápidamente y le pegó en la frente.
Luz.
Una sensación muy extraña. Muy extraña.
Cuando ya lo vio desde afuera pudo saber que fue un cable de la luz que se había descolgado y lo había electrocutado.

II

Se sintió feo estar muerto... Eso pensó al menos. Pero, si estaba muerto... ¿dónde estaba? Era algo y estaba en alguna parte. Y pensaba. Eso significaba que existía. Y si existía... ¡no era muerte! Pero tampoco vida...
Se empezaron a formar las cosas en su mente. Pasó instantáneamente de estar en esa cruel vereda a estar en una especie de vacío lleno de pantallas a su alrededor que se extendían por un largo corredor. En uno de ellos vio ese final que acabó con sus días aciagos. Miles de pantallas estaban dedicadas a él en ese momento. ¡Qué importante se sintió! Viéndolas, (muy contento, por cierto) notó que habían otras pantallas, provistas de un teclado, mostraban distintas características de su vida y persona. Él, ya que estaba allí, comenzó a modificar uno por uno esos archivos cósmicos sin el menor asco hasta atar el último cabo suelto. Modificó hasta el último detalle que se lo ocurrió para que lo que se mostrara en esas pantallas, y en cualquier otra que copiara la transmisión, fuera el hombre más perfecto y más apto para la supervivencia que haya tocado la tierra, contradiciendo con ésto la condición que lo había estado traumando tantos años. Fue en contra de su complejo.
Quién sabe cuánto tiempo pasó en esos corredores llenos de pantallas que generaban más y más pantallas, pero un día terminó con todas y se topó con una puerta. Por curiosidad insensata, porque se sabía casi-muerto, la abrió y miró por ella: Vio a su madre que estaba a punto de darlo a luz. ¡Eureka! Entonces se dio cuenta de que en el lugar donde estaba no había tiempo, que de alguna manera había quedado al margen de todo y se le estaba dando una nueva oportunidad. Que la única posibilidad de arreglar la desastrosa vida que había llevado hasta entonces era esa: comenzar de nuevo. Y quién sabe quién le estaba dando esa posibilidad.
Pegó un salto y de pronto se descubrió saliendo de su madre para ser recibido por una enfermera que lo miraba con ternura mientras un médico tironeaba su cordón umbilical con una tijerita sin filo.
Creció de nuevo viendo maravillado como, esta vez, era el bebé más hermoso, el pibe más lindo, el joven más apuesto. El mejor en todo. El más hábil. El más inteligente. Todas esas cosas que él había estado arreglando en aquel extraño corredor lleno de pantallas se estaban cumpliendo. Disfrutó dándose el gusto de ver que las chicas lo desearan. Se evitó pasar el mal trago de ser rechazado por esa muchacha a la que, en el tiempo que no existe, le metería una prominente nariz en el ojo. Esta vez no tenía la torpeza, no tenía esa prominente nariz y no tenía que luchar por la falta de cariño. Teniendo la posibilidad de elegir, eligió a otra mejor que se dejó llevar sin queja.
Siguió con una vida envidiable años y años, y todo lo que hacía lo hacía en base de lo que ya había hecho mal. Tenía rencores de cosas que nunca habían ocurrido, que solo le habían ocurrido a él, y se sentía superior, por ser el único que lo sabía, y por ser el único con ese privilegio. Todo le parecía perfecto.

III

Todo le parecía perfecto hasta que le llegaron los cincuenta. Hasta que comenzaron a aparecer ciertos signos inevitables de tiempo. Canas. Arrugas. Dolores... Vejez. Al instante reflexionó y recordó que a ese asunto no le prestó atención. ¡Estuvo en esos corredores y no le prestó atención! Tendría que haber elegido longevidad, ríos de telomerasa, una ancianidad de rosa eterna, que envidiaría Dorian Grey, pero en esa época no conocía nada de eso. Estaba envejeciendo y le parecía inconcebible.
Luego de meditarlo durante varios días, decidió que si solucionó ya una vez algo innato, podía volver a hacerlo. Se encargó de recrear la escena del cable de alta tensión y de golpearlo contra su frente.

* * *

Salió en los diarios, en la televisión, en la radio. Una de las personas más queridas del país se había suicidado con un cable de alta tensión al parecer sin razón alguna. Lloraron espécimenes de todas los géneros y edades. Era incomprensible y había dejado un gran hueco en un mundo. Nadie supo por qué.
Y él que pensó “... tontos”...
Ninguno de ellos podía saber que ya le había ido bien una vez. Ninguno pudo saber de aquel hecho que ocurrió anulándose a sí mismo y a todo un pasado. Era una genialidad que solo él sabía. De esas cosas que solo se saben por golpes de suerte.
Pero a él no se le ocurrió pensar en ningún momento que, en general, esas cosas no se repiten dos veces.
Por eso, dentro de esa cáscara carbonizada, esta vez fue el sin retorno.

FIN

lunes, 14 de julio de 2008

Nubes...

A palabras de una señorita muy simpática, dueña de un blog muy pecoso, me acordé de una canción que escribí hace algún tiempo...

Se las convido, y espero les guste, aunque lo bonito de esta canción suele evidenciarse en la música más que en la letra... en estos ratos solo tengo disponible las palabras que van de acorde en acorde.

Salud!
Joan

Nubetisa

Tirados, panza arriba,
sobre un pasto que, lejos
de ser relajante, pica

te encargás de encontrar
unos fatales bosquejos
en nubes que ves pasar...

¡Nubetisa,
eres como un oráculo:
te la pasas mirando nubes!
Nubetisa,
es un buen delirio
ver todo lo que descubrís...

Viste a la falsa tortuga;
un órgano sin teclas;
mucha gente sin cabeza;

Cuerpos juntos de amantes;
amos juntos en carpas;
¡flechas flechando transplantes!

¡Nubetisa,
querida bruja celta
te acompasas de ensueño y nube!
Nubetisa,
si una nube tapa a Sirio,
esa proeza te hace feliz...

Déjame, nubetisa,
acompañarte a volar:
Acompañarte y rozar
ese algodón...

Enseñame cómo hacerlo,
quiero dormirme en la galera
y despertar por el cielo.

Enseñame por dónde se sube,
quiero subir esa escalera,
y que me veás en una nube...

jueves, 10 de julio de 2008

Historia truculenta

Son curiosas las circunstancias diarias que se tornan fatales... Nadie que tenga por rutina caminarse dos cuadras de la parada de colectivo a su casa se pensaría que pudieran asaltarlo o matarlo...

Bueno, gilunes, tomen consciencia y pónganse las pilas. O ¡Alerta siempre!.

Bue, les escribí un relatito para que lean y tomen consciencia. Sí, sé que son muchas letritas y esos los pone nerviosos, pero bue, no sean pajeros y pónganse media pila, que no les va a doler mañana...

Cordialmente,

Joan

Asalto a media noche

Era una noche densa e inquietante...

Como personajes de una espesa pintura azulada obscura, se abrían paso dos figuras con pisadas desgarbadas, inseguras. Daban el aspecto de dos murciélagos flacos y tremulosos, intentando erguirse y pasar por persona.

Lenta y maliciosamente, ondeando sus atavíos al viento frío de la noche, las dos figuras alcanzaron a una tercer figura. Una tercer figuara anciana, destartalada, y con el temor en los ojos, ocultos en ese obscuro velo que envolvía todo...

Los pasos de los tres, acelerando a un ritmo proporcional, parecían un tamborileo perverso, truculento, invadiendo un silencio que se esforzaba por ser absoluto.

“Esto no puede terminar bien”. El viento parecía susurrarlo.

El aire era frío y sólido, costaba respirarlo. La calle era angosta y los muros altos. El temor crecía, y el anciano, pequeño y débil, parecía achicarse. Los dos seguidores, alternando miradas que iban del anciano a su compañero y de su compañero al anciano, juntaron sus cabezas, y, en tono de conspiración, comenzaron a discutir:

-Juan Carlos...
-¿Qué querés?
-¿Te fijaste si viene alguien?
-No viene naranja.

El anciano, escuchando la conversación, crecía en inquietud...

-Juan Carlos...
-¿Qué querés?
-¿Se ve flaco, no? Debiluchón...
-Sí... no creo que arme una escenita...

¿Flaco? ¿Debiluchón? ¿Acaso estaban hablando de él? El anciano comenzó a pensar que algo andaba muy mal con esos dos sujetos...

-Juan Carlos...
-¿Qué querés?
-Me olvidé la pistola...
-¿Qu--? Pero... ¿sos pelotudo?
-N-no... yo...

¿Una pistola? El anciano comenzaba a temer lo peor...

-Juan Carlos...
-¡Sos un pelotudo! ¡Venirte a olvidar la pistola! Mirá, si no te cago a trompadas es porque se puede ir el--
-Sí, ya sé, pero... ¿ahora qué hacemos?
-Y... lo golpeamos hasta matarlo...

Con esto último, el anciano decidió que había escuchado suficiente. Armándose de toda la adrenalina que venía juntando... salió rajando y se perdió en la noche. Los dos hombres se quedaron quietos, mirando la lejanía.

-Juan Carlos...
-¿Qué querés, ahora?
-Me parece que no servimos para esto de ser chorros...
-Tenés razón...
-¿Y si pedimos laburo en el McDonals?

Fin

jueves, 3 de julio de 2008

Glosario de momentos

La Voz

Lo juro: La voz de Polly Jean Harvey me da vuelta la cabeza. ¡Esa mujer me erotiza con solo cantar! Anteayer me bajé toda la discografía, y estoy al borde del coma lácteo.

La pelea

Yendo hacia la parada de micro, anoche, paso por al lado de una pareja de rockers peleándose, el tipo muy violento con la tipa. Pensando, para mis adentros, que es mejor no intervenir, sigo. De pronto un ruido de vidrio roto me hace dar vuelta, y veo que el tipo le había tirado una botella de cerveza a la tipa y la increpaba con bronca. Pego la media vuelta y le digo "Pará, flaco, ¿qué problema hay acá?". El idiota se tomó un segundo para mirarme con sorpresa, pero antes de que formulara un retruque ingenioso como "loco, qué te metés en mis cosas?", salta la mina y me dice, con bronca, "loco, ¿qué te metés?".

¡Idiota! ¡Me acerco a defenderla y lo defiende al idiota que la maltrata! En fin, le digo a voz en cuello al vago, que intentaba exponer su brillante punto de "es problema mío, qué jodés", que no sea idiota, que me acerqué para que no le hiciera daño a la mina, y remata, el imbécil, con un "si querés ayudar, dame uno diez para el bondi". Lo mandé a la mierda y me fui. Y la mina con su idiotez de defender a su macho se ganó el santo derecho de ser mujer golpeada. Después, cuando aparezca su cadáver golpeado y envuelto en bolsas en una acequia, que no se queje.

El crac

Invité a la pelirroja bonita del cyber a tomar algo, pero tiene novio. Fue un crac.

La fuga

Ayer tenía que hablar con mi jefe para negociar y ver si sigo en mi trabajo o no, y el idiota no se presentó. A la hora pasada, lo llamo y me dice que le fue imposible venir. ¿Por qué mierda no avisa?

Es un cobarde en fuga.

La guitarra

Hay clases de guitarra los lunes y los miércoles, pero yo solo voy los lunes. Ayer fui de improviso y como ni yo sabía que iba a ir, me equivocaba en todo.

La película

El martes fui a ver Persépolis al cine universidad. Esperaba que fuera una porquería impresionista y pseudo profunda, de esas que vuelven locos a los mediocres que creen que es genial todo aquello que de complicado no entienden, pero no, fue una película excelente. La recomiendo.

El toque

El sábado tocaba la banda de mi mejor amigo, que hacen cóvers de los Redondos, pero yo había quedado con unos amigos en ir a ver otra banda, que resultó ser un bodrio. Lo bueno era el baterista y el bajista, pero el guitarrista/cantante tenía menos onda que un enema de jabón en polvo. Subió a cantar un tema de PJ Harvey la novia de él (que cantaba con bien y con toda la onda, pero no le llegaba a los talones a Polly) y después de ellos otra banda donde el batero era un infeliz que no atinaba a más que golpes secos -y horribles- y el guitarrista/cantante era más deprimente que la biografía de un emo. El bajista se copaba un poco, pero igual... PUAJ!

Más a la noche todo es cualquiera, sube mi amiga a cantar, la novia del primer cantante está en pedo y se quiere cagar a trompadas con todo el mundo. Más temprano me encuentro con un amigo que venía con otro amigo de él y nos sentamos todos en la misma mesa, pero el amigo de mi amigo actuaba exultántemente golpeable, pero por diplomacia no pude ejercer puño.

La cumbia

Estaba tocando la guitarra en la parada del bondi (cuando estaba desierta, obvio) y llega una parejita de grasas, que según parece piensa enseñarme música: Ponen a sonar cumbia en su celular y se ponen a bailar como pelotudos. Si tienen una cultura estética y sonoramente horrible, están en su derecho, pero si quieren oficializarla ¡que se vayan a la mierda!

Los ojos

Es molesto que el jefe no sea culo de aparecerse en la oficina pero deje a su espía (y satélite de su secta) a vigilarnos. Sobre todo si la mina no sabe escribir, no sabe hablar, hace mal su trabajo, es estúpida, se las tira de reina del lugar y encima es refácil de torturar psicológicamente. No, pero ella es "sus ojos cuando él no está".